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lunes, 14 de junio de 2010

Dime como Castigas y te diré como educas

Dicen los expertos que a partir de los siete años y hasta que llega la adolescencia los padres nos enfrentamos a unos años tranquilos… Es el momento mejor para sembrar. Con razón se le ha llamado a este período “edad de oro de la educación”. Sin embargo, el niño/a no nace educado sino con “derecho a la educación”. Nadie nace preparado para distinguir en cada momento qué debe hacer y qué es preferible dejar de lado.
Quien no sea capaz de educar a sus hijos en algo tan sencillo como el gusto por las cosas bien hechas, está perdido. Castigar y premiar sí. Pero antes hay que saber cómo, cuándo y dónde.
¿Cuándo empleamos mal los castigos?
- Cuando se convierte en algo habitual: Como los padres somos los que tenemos “la sartén por el mango” a estas edades, podemos caer en la tentación de sustentar la educación en la fuerza del premio y del castigo, es decir, en el chantaje. Quien abusa de este método y plantea toda su actividad educativa sobre la base del condicionamiento externo, está enseñando a sus hijos a comportarse como el burro ante la zanahoria. No habrá aprendió a distinguir el bien del mal.
- Usando violencia verbal o física: La eficacia de la educación no puede apoyarse en la fuerza de los gritos, sino en la evidencia de las razones. Cuando los padres ven que los hijos están equivocados o han actuado mal, el reto no está en vencerles, sino más bien convencerles. Y en ese punto, es fundamental tener paciencia, pensar con lucidez y dialogar sosegadamente.
- Quitarle actividades buenas: por ejemplo el deporte.
- Poniendo castigos desproporcionados: En ocasiones, por nuestra falta de paciencia, castigamos a nuestros hijos con condenas interminables que luego no se pueden cumplir. Otros castigos desproporcionados son los relativos a la fuerza o la violencia física como por ejemplo castigando en su cuarto con la luz apagada o castigos físicos como pegar. Un niños/a nunca puede pasar miedo o terror durante un castigo, porque además de ser algo sádico produce trauma. No es aconsejable que le castigues sin televisión pues la conviertes en un objeto deseable. La televisión nunca puedes ser objeto de castigo o de premio.

TIPOS DE CASTIGOS Y COMO CASTIGAR
La mayor parte de los problemas educativos se ubican en tres niveles o en la combinación de ellos. Vamos a profundizar algo en el conocimiento de las motivaciones. ¿Qué sentimiento interno nos mueve a hacer algo?
Nivel de motivación Situación Castigo
1. Material Romper algo Pagarlo, reponerlo
1. Inteligencia Malas notas Estudiar hasta saber
1. Voluntad Mentir, contestar Reproche
Cuando nuestros hijos han hecho una mala acción, el castigo debe buscarse en el mismo nivel que surgió, recurrir a otro nivel no lo soluciona. Concretando más: un problema en el área de los estudios (nivel 2) no se arregla quitándole la paga (nivel 1); un problema en el nivel 3(miente, contesta, se porta mal, desobedece) no se arreglará sin regalos (nivel 1). Porque portarse bien por dinero o recompensa, degrada la acción.
En conclusión un castigo bien puesto es aquel que no entorpece la comunicación entre padres e hijos y refuerza, no genera odio sino responsabilidad, despierta las ganas de ser mejor, de cambiar y cumple las siguientes condiciones:
- Pocos: el castigo continuo pierde eficacia.
- Cortos: lo importante es que el hijo sepa que su mala actuación en justicia merece castigo.
- Proporcionado: la desproporción suele ser la causa que luego no se cumplan.
- Educativo: el castigo pretende modificar una conducta y por ello, los mejores son los que favorecen el hábito contrario. Un castigo no debe dejar rencor en el corazón sino hacerle recapacitar y reparar.
- Avisado con antelación: es más eficaz que la primera vez se razone por qué esta mal, y se advierta que la siguiente vez habrá castigo. Excepto ante una falta grave, en cuestiones obvias como por ejemplo una mala contestación, falta de respeto a los padres o un empujón a su hermano contra la pared.

PAUTAS PARA PENSAR…
- No caigas en la tentación de levantarle el castigo ante sus suplicas.
- Los padres tienen que estar siempre de acuerdo con el castigo que han impuesto.
- No aplastes a tu hijo cuando lo veas caído.
- Deja a tu hijo que se explique antes de castigarle y siempre reflexiona con él acerca de su actuación.
- Acuérdate de los elogios, hay que esforzarse en alabarle cuando hace las cosas bien.
- Relaciona el castigo con la acción castigada.

… Y ACTUAR
A la hora de poner un castigo, acuérdate siempre de qué tipo de acción se trata y que castigas por justicia, no por fastidiarle. A partir de los 9 ó 10 años puede ser conveniente que propongan ellos qué castigo merecen por su comportamiento. Quedarán más comprometidos.

Maite Mijancos, asesora familiar http://www.educakimba.com/
(Sesión de Orientación Familiar de Kimba realizada por Isabel Gonzalez de Langarica

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