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sábado, 7 de noviembre de 2009

“Ludo-desplazamientos”: transformaciones del vacío


Mirta Quiroga es responsable de la “Sala de Juego y Recreación Arco Iris” (casi sin querer, toda una paratextual definición de juegoteca) del Hospital de Niños Dr. Orlando Alassia inaugurada en el año 2000 para el área de Hospital de día. Mientras nos presentábamos (antes de acceder a la sala “Arco Iris”) Mirta caminaba a nuestro lado por un largo y convencional pasillo de hospital, plagado de convencionales puertas, y pronunciando las convencionales palabras (necesariamente típicas) de una presentación formal. Pero todo cambió cuando franqueamos aquel portal dantesco que nos permitió abandonar las convenciones para sentirnos de repente “como en casa” en un lugar extraño.
No pudimos (en ningún momento mientras estuvimos en la sala) dejar de sentirnos abrazadas por el gigantesco mural2 que exhibía una escena tan fascinante como colorida, y ante nuestras apreciaciones ella respondió “es que los espacios también pueden sanar”. Mirta hacía referencia a las relaciones que se dan entre el niño y el ámbito de la sala; relaciones que implican la observación (tamaños, formas, distancias, colores), habilitan la construcción de las representaciones y otorgan el control que viabiliza los desplazamientos para, finalmente, naturalizar el ámbito hospitalario.“Buscamos que los niños con permiso para deambular se acerquen a la sala y construyan su propio espacio de ficción dentro del espacio que les ofrecemos, si el traslado no es posible, entonces llevamos el juguete hasta la cama”.
Mirta nos cuenta que “el del mural” es un espacio posible, pero que tanto ella como Griselda Ludueña y Gloria O`connor3 apelan a que cada niño que llega a la sala transforme el espacio, según sus intereses, en algo diferente. El área de la salud es un medio desconocido para el niño y ese extrañamiento cobra magnitud con el transcurso de la espera (los niños en el Hospital de día esperan, entre otras cosas, que se le realicen estudios o aguardan el resultado de los mismos para poder realizar los tratamientos pertinentes) ya que inevitablemente se ven obligados a contemplar la situación altamente estresante de sus pares, los movimientos y ruidos propios del hospital, etc.
Los niños llegan a la sala en brazos de sus mamás, pero se van caminando; con el correr de los minutos, se apropian del contexto y recuperan esa seguridad perdida. La misión de Arco Iris es concreta “poner momentáneamente en suspenso el sufrimiento e incluso, en algunos casos, la soledad”. Mirta nos cuenta que cuando descubrió el espacio vacío (usado como sala de espera tradicional) desde un primer momento supo que “llenarlo de mundos posibles e infinitos” era su cometido y luego de trámites, autorizaciones, convocatorias a la comunidad y con el apoyo incondicional del Hospital, Arco Iris fue una realidad. “Aun somos parte de un proyecto” dice “Todos los días aprendemos cosas nuevas” al tiempo que nos manifiesta lo que aun falta por hacer. Lo que realmente ocurre es que la tarea es eterna, jamás termina, siempre hay un nuevo desafío en puerta (y eso pone de manifiesto que se transita por el camino correcto).
Una juegoteca jamás clausura, siempre marca una apertura que la prolonga y la re-postula infinitamente.

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